Sobre el teclado, es como si sus manos quisieran renacer en otra vida para la que se perfeccionan con una paciencia que no ha existido en otros ámbitos. Anhelan convertirse en el doble de las manos que han ideado la música que interpretan. Realiza los ejercicios como un purgatorio de sí mismo, para olvidarse de lo que las suyas han tocado, para tocar lo que otras han imaginado. Lo contemplo a cierta distancia, la que separa dos habitaciones. Una duda no me abandona, cuando se levante del piano para acariciarme, ¿lo hará con sus dedos o con los del compositor?