…En la última feria que recuerdo solo paseaban entre las atracciones viejos cuyos achaques les impedían acceder a su niñez. Aun así, se empeñaban en pagar el ticket del carrusel para que girase unas cuantas vueltas, aunque fuera lleno de niños imaginarios, los que no hacían cola ante la taquilla ni frente al puesto —la cubeta llena de inmundicias— del algodón de azúcar. Tampoco lo conseguían porque nadie les aceptaba ya los billetes que se negaron a entregar en las oficinas bancarias. Los empleados dormitaban en los autos de choque y se comían a puñados las golosinas de la tómbola…