El batín que viste el paisaje en mañanas de invierno. Despeinado, aún. Sin el dorado del sol en las mejillas, prefiere que nadie lo vea. Las nubes le son solidarias. Los pájaros le cantan desde la nada. Entre matorrales que no existen, al moverse hace ruido algún animal. Desde el porche de la casa, con una taza de café en la mano, busco ver algo tras la tela que lo cubre. Algún destello del paisaje. Una rama aislada, el color de una flor que desafía grisuras, un brote de lechuga entre los terrones del huerto. Nada, todo borrado. Solo niebla.