Os diré lo que me ocurrió el año pasado. Minutos antes de la medianoche decidí subir a las almenas para desde la altura despedirme del viejo año. Ascendí por la escalera de caracol, a oscuras a aquellas horas y al llegar arriba encontré cerrada la verja. Me di la vuelta y descendí casi rodando, pero llegué demasiado tarde. Alguien había clausurado la puerta de acceso. Grité, claro, pero mis berridos se perdieron en mitad de la algazara general por la venida del nuevo año. Solo, sin copa con qué brindar, muerto de frío, abandonado. ¿Habré de despedir dos años este?