sábado, 14 de noviembre de 2020

La siesta de un fauno | Marécage

La luz áptera refleja el erial en las gotas de sudor de quien lo atraviesa a pie. El crepitar de las botas entre guijarros y matas de romero pronuncia un decir ininteligible, que es lo que las guía. El propio caminar traza el camino. Roquedales, maleza, arbustos cuyo tronco la sombra cubre con una pudorosa falda. La que rodaba, rueda de carromato, con el girar de las bailarinas en el escenario. La gándara. Su inmediatez con el olvido enciende la fogata de la memoria. Las cenizas volanderas de lo comprensible. Esa costumbre de entender solo lo quieto sobre el mármol.