Viven los amantes inscritos en círculos. El día los descubre unidos saliendo del sueño que no se sueña, sino que se vive con vaho de agua caliente y aroma de café. La luz los escinde y los entrega a los redondeles diminutos. El de la o, la pe, el partido de la e y el abierto de la c. Escribirse es su modo de continuar mirándose a los ojos. Viven los amantes construyéndose en esferas. El atardecer los reúne en el aro de la taza de té y en el anillo del abrazo, y el anochecer cierra la circunferencia soñándolos.