viernes, 15 de febrero de 2019

Becqueriana / 152



Tan hermosa es la música que lo es incluso cuando no suena. Pero se la oye. Tal vez porque se lleve dentro. O quizá, no sé, porque el ritmo tenga frecuencias que el oído humano no sepa escuchar. A veces la música es capaz de redimir con su armonía donde nadie la interpreta. Impulsados por ella, saltarines en el silencio, guiados por una cadencia que está en la respiración del mundo. En otras ocasiones se siente la necesidad interior de lo rítmico. Sin un aparato cerca, ni siquiera una radio a pilas, los cuerpos se acercan y la música baila.