viernes, 22 de septiembre de 2017

Dietario de sensaciones, 35




Aquel tableteo había sido la música de la escritura. Una melodía áspera, tumultuosa, que acababa con un rumor ronco de rodillo al arrojar el silencio en el que quedaba lo mecanografiado entre las manos. Cada letra había producido una hendidura en la hoja; mientras la vista la repasaba por delante, las yemas de los dedos que la sujetaban la sentían por el reverso. Hoy, ya olvidada para el quehacer, se ha convertido sobre un estante en objeto decorativo, el destino de cualquier máquina que la época haya abandonado. Con pantallas se escribe ahora mucho más rápido, pero deja menos tiempo.