miércoles, 24 de mayo de 2017

Becqueriana / 109


El día en el que al pintor de amaneceres se le pegaron las sábanas y la campana de la iglesia se volvía loca repicando sin que nadie vertiera sobre la paleta de los colores el contenido del tubo blanco que entrega la luz a los mortales. El día en el que la tiniebla continuó ejerciendo fuera de su negociado nocturno, y las persianas se alzaban inútilmente pues no había rayos de sol que dejar pasar. El día que fue noche durante las horas matinales para pasmo de la gente. Para todos menos para los amantes, abrazados al destiempo del abrazo.