lunes, 22 de mayo de 2017

Becqueriana / 108


Alguien que estuviera ahí, en la puerta de la habitación, o tal vez una cámara que registrara un plano para una película sobre la vida, los vería caminar de espaldas, de la mano, la cabeza apoyada en su hombro, a veces; otras sería la suya la que se inclinara dulcemente sobre el hombro, alejándose del cuarto, avanzando serenos, mirándose y mirando al frente al mismo tiempo, cada vez más juntos y cada vez más difusos, hasta fundirse, para los ojos que lo estuvieran viendo o para el objetivo que lo estuviese captando, en un punto, un único destello de luz.