Bergamota se ha cansado de ir de un lado para otro. De hacer el hatillo sin siquiera saber lo que echaba dentro, lo que quedaba fuera. Viajar se había convertido en una manera de permanecer siempre en el mismo sitio. El lugar que no cambia de lugar cuando cambia de lugar, por decirlo con gracia juglaresca. Se ha hartado. Ni siquiera se le advierte un ápice de nostalgia cuando las hermanas se recogen el pelo, se calzan las sandalias de suela gruesa y parten. Y si me acerco a consolar sus soledades, me desdeña y desaparece. Como cuando se iba.