Leo. Lo que anda alrededor desaparece por completo. Lo que me muestra la luz amaneciendo lo borra la blancura de la página y sus hileras de hormigas. Lo que me cuenta la flor que anoche puse en un jarrón lo olvidan los ojos pendientes de cuanto ocurre en otro lugar, en otro tiempo, con otros nombres. Lo que me dice el gato lamiéndose la pata en el alféizar no lo oyen los oídos, que escuchan solo el sonido de las palabras. Pero cuando cierro el libro y miro alrededor, de repente entiendo mejor la luz, la flor y el gato.