viernes, 2 de octubre de 2015

El pabellón dorado [25]


Leo. Me gusta leer. Tiene algo de melodía interpretada en el piano. También de caricias sobre un cuerpo soñado. Cuando leo que el personaje de una novela roza con sus dedos los hombros desnudos de la amada son mis dedos los que acarician las palabras que evocan la espalda de la amada. Hay un punto en el que el tiempo de lo leído y el tiempo del lector se confunden. Se enredan. Y al leer no solo conozco, sino que actúo dentro de la historia que leo. Siento a través de la piel lo que experimenta quien lo ha escrito.