Sumergido en la piscina, la verticalidad propia de la especie se convierte en horizontal. Es la forma con la que se avanza dentro del agua. También es el modo natural de mirar las cosas. La severa cuadrícula de las baldosas, el tapón de un oído que ha extraviado algún bañista, los recuerdos que entretienen la mente cuando se nada. El mundo vertical que se yergue al aire cuesta mantenerlo dentro, inmediatamente se acuesta sobre el eje perpendicular. Se echa, dormita, yace. Es difícil de determinar, aunque entretiene pensarlo mientras cada brazada deja atrás lo mismo que encuentra delante.