Tan fácil como es rodar por el suelo al pisar un pavimento húmedo, siempre tuve precaución al cruzar el vestíbulo que limpiaban a la hora del almuerzo. Paso a paso, cimentando el equilibrio desde los tobillos. Casi una técnica. O la cantidad de desniveles y hundimientos que acumulan las aceras, sobre todo cuando se anda con prisas, como siempre anduve, sin embargo le presté atención a cada saliente para asegurar la zancada. Desprecié las ganas de tumbarse en la arena, sobre la hierba, o sentarse donde no hay asiento. Y cómo lamento el no habernos besado nunca sobre las losas.