miércoles, 9 de septiembre de 2015

Falden engel, 5


La noche de verano se acerca de puntillas, con cuidado de no ser oída. Nadie quiere saber nada de ella en el banco más apartado de la plaza, al otro lado del sauce. Si no llegara, o si viniese para traer otra página nunca leída de la realidad, el brazo olvidado sobre la pierna, la espalda sobre los listones de madera, el pie que desconoce el destino de su sandalia, la pequeña colección de palabras inventadas que salmodian la tarde podrían continuar más allá de horarios, fechas, cursos, notas, como siguen tumbados en la hierba las figuras de los cuadros.