El tiempo es ciego y sordo. Desconoce lo que es una sonrisa o un mohín de desagrado. Avanza hacia su propio abismo y empuja en su progresión sin sentido a quien vive. Vivir es someterse a su designio. Aunque el tiempo no sepa jugar, nosotros sí. Jugamos con él al escondite. Para que pase a nuestro lado, buscándonos, sin vernos. Como en todo juego, unas veces nos persigue él y otras nosotros. Nos tapamos los ojos y salimos en su busca sin encontrarlo nunca. El tiempo ni se entera; mientras, sin su cojera, caminamos a la luz de la luna.