sábado, 18 de abril de 2015

Cuaderno de tapas rojinegras \ 37


Los árboles cantan. Sus hojas forman un coro de voces diáfanas. La brisa lo dirige. Y a veces invitan a un director foráneo, que llega con una larga melena despeinada y la barba sin recortar, se quita la chaqueta y remangada la camisa no cesa de dar indicaciones con la batuta a las hojas para que alcancen los tonos más altos. Es el viento. Da gusto escuchar las canciones de los árboles. Sus melodías serenas, amorosas. Letras que aprendieron hace siglos y que repiten a diario con la misma jovialidad. Como si las inventaran. Abro la silla de tijera. Escucho.