lunes, 20 de abril de 2015

Becqueriana / 67


De la mano. Balanceándolas. Con pasos saltarines. Deteniéndonos de súbito y de repente echando a correr. Sin parar de hablar, los dos casi a la vez, o dejando que sea el silencio quien hable con nosotros. Las aves que gorjean en el cable del teléfono o el trigo ya crecido que tontea con el viento, alocado e impetuoso siempre. Todo parece ahí delante solo para que nosotros pasemos por delante, rozándolo con las palabras. Hoy vamos de camino al mar. El mar es siempre una fiesta. Una fiesta diferente. Cuando llegamos en lugar de bailar, nos quedamos serios, estáticos. Emocionados.