lunes, 9 de marzo de 2015

Becqueriana / 63


A donde uno se dirija o de donde venga, sabe que existe alguien que está a la espera. Y lo está también quien va o regresa. La espera es víspera de celebración. Es presentimiento. Es vecindad de la plenitud. No es ausencia, ni incertidumbre, ni insatisfacción. La espera es, solo, predisposición para el encuentro. Saber que no hay tarea que no quede interrumpida cuando se produzca, ser consciente de que el tiempo solo existe de manera provisional hasta el momento. Que luego todo ha de empezar siempre desde el principio. Esta convicción es la espera. El gozo del gozo prometido.