No es cierto que un poema detenga el tiempo. Un cuadro, una sonata, un libro. Si lo detuviera significaría que el tiempo avanza, algo impropio de su circularidad. Avanzamos nosotros. Tampoco nos detiene. Si acaso, lo único que hace un poema es mostrarnos la textura de un presente. Señalarnos el valor, siempre subestimado, del presente. Es curioso, aguardamos con impaciencia el futuro. Y cuando llega, continuamos esperándolo hasta el momento en el que añoramos el pasado. Como si nos sobrara el tiempo. Todo el tiempo. Lo que hace un buen poema es enseñarnos a vivir en él. En su instante.