jueves, 11 de septiembre de 2014

Café il tempo 05


Desde la ventana, los días lluviosos, veo pasar a los transeúntes, salvo al confiado que se dejó el paraguas en casa, resguardados por su reloj. Un reloj sin manillas ni numeración, pero redondo como una pieza de Chejov. Sé pocas cosas mirando el desolado nylon que cubre a los viandantes. Reconozco el sexo. Negro, varón. La prisa. Y puedo seguir el rastro de cualquiera con mayor facilidad si, por ejemplo, entra en un comercio. A la salida lo distingo sin confusiones. Es decir, el reloj que cubre cuando llueve desnuda a las personas. ¿Hay algo más que se necesite saber?