domingo, 1 de junio de 2014

Cuaderno de tapas rojinegras \ 18


Las nubes narran la mañana con una voluminosa caligrafía que no deja márgenes en el papel ni respeta el trazo de las líneas. Los pájaros convierten el cielo en una partitura de bemoles fugaces que ellos mismos se encargan de interpretar. Las copas de los árboles tienen una letra menuda, llena de arabescos casi ilegibles en la que cuentan su azarosa vida. Los rosales escriben versos delicados de punzantes epigramas que llaman la atención de quien los lee mientras una gotita de sangre le mana en la yema del dedo. El viento ensaya una obra de teatro que nunca estrena.