Cuando uno llega a deshora a un aeropuerto, y al seguir los pasos de los otros viajeros por los vastos corredores siente que pertenece a una tribu nómada en mitad del desierto, observa con inquietud el bulto solitario de personas que aquí y allá, permanecen sentados o tumbados en las hileras vacías de asientos. Si están despiertos, su rostro apenas consigue expresar nada. Y uno se queda meditando, a veces, en el extraño simbolismo de la imagen. Parecen personas que se hubieran quedado sin tiempo. Atrapadas en la rejilla del sumidero que es la vida. Sin un presente que despilfarrar.