jueves, 27 de marzo de 2014

Becqueriana / 44


Los amantes clásicos. Les gusta la madera de los bancos del parque. Aquellos situados en el sendero que llega hasta la tapia, casi cubiertos por la fronda que no poda el jardinero. Allí donde les conduce la lentitud de los pasos entrelazados las tardes en las que al sol se le ha roto el tubito de vidrio de la purpurina sobre la paleta de sus óleos. Se sientan en el banco a sentir dentro el espacio exterior, remansado en las palabras, próximo en las miradas, inofensivo en la luz. Amantes que al besarse interpretan una dulce, ensimismada, melodía de cámara.