Lo enigmático se esconde en las pequeñas liturgias del día. Instantes que parecen de transición, un ir a hacer algo y detenerse nadie sabe para qué. Ni siquiera quien entra en el cuarto para acostarse y antes de deshacer el embozo se acerca a la ventana para sentirse cerca de las estrellas. O quien se levanta del escritorio para realizar una tarea y desvía los ojos hacia el cielo que cuela la puerta que alguien ha abierto, y ve cimbrear una rama sobre una cartulina azul en un trabajo escolar de la infancia. Lo desconocido me acompaña. Está ahí, dentro.