Niña aplicada que hace los deberes en la mesa del comedor mientras su hermana sestea en el sofá, la mañana dibuja rectángulos sobre paredes, muebles y objetos. Y los pinta con el lápiz de la luz del día hasta que, tras contemplarlos a cierta distancia, ve que le han quedado perfectos. Cuando guarde los colores en el plumier y recoja los libros y cuadernos, sus rectángulos irán bailando por todos los rincones de la vida. Hasta que su hermana se despierte y con las ojeras de un mal sueño vaya borrándolos uno a uno. Un juego que entretiene los silencios.
jueves, 19 de diciembre de 2013
Diário de Coimbra \ Às claras
Niña aplicada que hace los deberes en la mesa del comedor mientras su hermana sestea en el sofá, la mañana dibuja rectángulos sobre paredes, muebles y objetos. Y los pinta con el lápiz de la luz del día hasta que, tras contemplarlos a cierta distancia, ve que le han quedado perfectos. Cuando guarde los colores en el plumier y recoja los libros y cuadernos, sus rectángulos irán bailando por todos los rincones de la vida. Hasta que su hermana se despierte y con las ojeras de un mal sueño vaya borrándolos uno a uno. Un juego que entretiene los silencios.