martes, 3 de diciembre de 2013

Callejón de la fragua


Aun en los días de mayor frío fumaba en la puerta, sudoroso, con la camiseta azul sin mangas pegada al cuerpo, viéndonos pasar. El hollín le vestía más que a los demás la lana. Abría el paquete de tabaco por debajo, para sacar los pitillos por la punta y encenderlos por donde sus dedos habían dejado negro el papel blanco. Los brazos fuertes, casi de héroe de tebeo, la barba descuidada, los cabellos ensortijados. Temible. Quizá fuera la primera noticia que tuve de la mitología clásica. Y siempre imaginé que en aquel antro era donde un dios fabricaba el verano.