martes, 8 de octubre de 2013

Becqueriana / 31


Queda la ventana abierta para que entren el silencio y sus miradas en la estancia y hablen por nosotros. Nos dejamos seducir por el canto de un pájaro, el zumbido de un insecto o el fragor de las hojas de los árboles. Son las máscaras con las que el silencio se cubre para acercarse a nosotros sin ser notado. El roce de las ropas en el cuerpo, los latidos de un corazón, el cántico gutural de una caricia. Es la cháchara del silencio. Su manera de hablar en nosotros. Un parpadeo, un entreabrir los labios, una respiración. Así revivimos. Regresamos.