Acicalada con polvos de arroz, la
luz se pasea en bata por la mañana. El viento la reprende desde las cañerías.
Transitan las nubes sin explicar hacia dónde se dirigen. Nadie parece contar
con ella. Persianas echadas, comercios cerrados, semáforos en verde. Habrá
quien ande besándose en la penumbra de algún portal; otros se abrazarán, es
posible, en sueños. Despeinada y ojerosa, la luz regenta un café en el que da
igual que haya madrugado para abrir sus puertas. Las sillas continúan bocabajo
sobre las mesas. Los cruasanes se reblandecen en el cesto. Una luna diurna
sonríe en lo alto.