jueves, 9 de mayo de 2013

White Horse Street


Una colina áspera como un muñón. El viento se ensaña con sus lomas amarillentas de hierba quemada por la nieve. Algunas matas, entre piedras, como único aliciente para que el caballo blanco, solitario, eleve la grupa y avance unos pasos. Desde el ventanuco del pajar, donde he subido con una novela policíaca, lo observo cuando ya sé quién es la víctima y me aburre seguir leyendo. Padre ordeña, madre enciende lumbre. El olor a madera que arde se cuela por las rendijas. El cielo enlosado de la tarde precipita el día. Para la ciudad nada guardaré de la palabra colina.