Franz Kafka fallece en Kierling, Austria
El candil del imperturbable jefe ferroviario dio vía libre a cuantos trenes cruzaban por los libros que escribía, uno tras otro, en espera de que sus páginas sintieran el vapor de agua y el taconeo de los viajeros al apresurarse leyéndolas. Nadie descendía en la estación de mis obras, y no es razonable que ahora, cuando nada queda por llegar, aún espere un cambio en las rutas, una sustitución del jefe, algún nombramiento en la alta dirección de los ferrocarriles. No, Dora. Los obreros desmontarán marquesinas, derruirán paredes. Lo que imaginé y nadie quiso, en la noche se pierda. Conmigo.