sábado, 3 de noviembre de 2012

1524


El viento del norte acuchilla los rostros, los llaga. Febrero. Por el cauce del Bidasoa discurre plomo. Las manos, amoratadas, prefieren la suciedad a sus aguas. Los centinelas patean el suelo por desentumecerse. Humean ascuas en las cocinas. El cielo abotagado amuralla ojos y pensamientos. Por una grieta el mío aún huele los orines en las callejas de Nápoles. Ante la evocación de su bochorno extiendo las manos para ofrecerles un poco de calor. Este silencio invernal se puebla de voces que convierten la grisura en bosque; la nada, en espera de contemplarla. De que me sonría. Que la bese.