domingo, 7 de octubre de 2012

Proustiana / 2


No solo desaparecen los recuerdos, como si después de haberse hecho añicos se tiraran al cubo de la basura, sino también los sueños. No las ilusiones ni los deseos, que a veces están hechos de una estopa más resistente, sino las narraciones que a lo largo de los años se desarrollan de forma recurrente mientras uno duerme. Se van los sueños en los que buscamos dentro de un laberinto un lugar donde orinar. O los que nos devuelven al cuartel. Y aquellos en los que corremos con desespero por los pasillos de una estación a punto de perder un tren.