viernes, 5 de octubre de 2012

1746


Las he visto sobre la mesa atestada de un escritorio, en la cueva que dio refugio a un santo, junto al árbol azotado por el viento. Son campanas que anuncian el único final. Sombrías calaveras que un día sonrieron ante un manjar o suspiraron tras una caricia. Su recuerdo era condición durante mi juventud. La vieja que al anochecer recorría las calles a oscuras anunciando la tiniebla lanzaba los cuerpos sobre los cuerpos. Que aguarde era la mejor noticia. Mi juventud. La muerte le daba vida. ¿Y ahora que se muere la muerte? Saldré al jardín y admiraré su inanidad.