Hay lugares ya para mí incomprensibles. El cesto de la ropa sucia, por
ejemplo. Eras un pequeño huracán que de vez en cuando se colaba en la vitrina
para hacer añicos las copas de cristal de bohemia. Su silencio relumbra ahora
cuando les alcanza un inútil rayo de luz. Y cuando dejo en el cesto mi camisa usada,
cae sobre la camisa del día anterior. Hay lugares para mí ya insoportables. El
parque infantil. Los cines de verano. Un carromato con payasos dibujados. Y
hay, también, una palabra que no pronunciaré aunque la oculten todas las
palabras que escriba, Antonietto.