miércoles, 26 de septiembre de 2012

Proustiana / 1


La disgregación de los recuerdos y la dispersión de sus escombros en la memoria no siempre propicia su reconstrucción. Quien contempla la vieja casa de sus años sin tejado, las vigas sobre los aplastados muebles y las hojas que trajo el viento podridas entre lo que fuera descubrimiento y satisfacción, a veces se va sin siquiera hurgar en los rincones. Y entonces, no es que abandone la vieja casa, sino también el presente. Con qué voluntad vivirlo, se pregunta, con qué entusiasmo y dedicación, si el tiempo lo convertirá, y todo cuanto le rodea, en un irreconocible montón de inmundicias.