sábado, 1 de septiembre de 2012

1763


La claridad ciega. En estos días de verano, cuando la luz es tan generosa desde el alba, cómo sabré si ha salido ya a reponer el agua de casa o desde el horno regresa con una hogaza bajo el brazo. Sus sandalias solo dejan silencio sobre la arena. En los días afortunados la sigo tres calles de Königsberg. Su moño presuroso del que algunos mechones escapan, el faldón caído, el cordón de su blusa mal atado. Una imagen colma. Estas mañanas inciertas añoro el invierno. Sobre la nieve leo el sentido de sus zuecos y conozco de antemano mi felicidad.