La claridad ciega.
En estos días de verano, cuando la luz es tan generosa desde el alba, cómo
sabré si ha salido ya a reponer el agua de casa o desde el horno regresa con una
hogaza bajo el brazo. Sus sandalias solo dejan silencio sobre la arena. En los días
afortunados la sigo tres calles de Königsberg. Su moño presuroso del que
algunos mechones escapan, el faldón caído, el cordón de su blusa mal atado. Una
imagen colma. Estas mañanas inciertas añoro el invierno. Sobre la nieve leo el
sentido de sus zuecos y conozco de antemano mi felicidad.