Hierática, la garza
observa el temblor de las aguas mientras paciente espera que caracoleen en el
remanso de la orilla. Un aroma a espliego, cuyas flores aún cuidan gotitas de
rocío, se esparce en compañía de una luz a la que el caño de la fuente ha
borrado todos los oscuros. El Tajo,
silente, a lo suyo. ¿Tú eres el benjamín
de los Lasso, quia? La pregunta de la mujer desconocida le retrasa del
grupo de pillos. Azorado, busca una respuesta al tiempo que los suyos se
agazapan. La piedra, certera, astilla la mañana con el estremecedor graznido
del ave.