.
El berlinés Walter Benjamin me había enseñado que las grandes obras del presente caben en un fragmento, un artículo, una reseña. Que la vivencia de la ciudad, también, es un café, un barrio, una plaza. Desde entonces ha pasado casi un siglo. Por Berlín camino en busca de las grandes obras de este presente: encuentro valor ya sólo en lo que carece de metáfora, de sentido figurado: no la calle, sino el nombre de la calle; no el edificio, sino el número del edificio; no la plaza, sino el paraguas tirado entre la hierba; no el poema, sino las sílabas.
El berlinés Walter Benjamin me había enseñado que las grandes obras del presente caben en un fragmento, un artículo, una reseña. Que la vivencia de la ciudad, también, es un café, un barrio, una plaza. Desde entonces ha pasado casi un siglo. Por Berlín camino en busca de las grandes obras de este presente: encuentro valor ya sólo en lo que carece de metáfora, de sentido figurado: no la calle, sino el nombre de la calle; no el edificio, sino el número del edificio; no la plaza, sino el paraguas tirado entre la hierba; no el poema, sino las sílabas.