martes, 13 de julio de 2010

Via del Boschetto

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La arboleda dulcifica el verano. Lo desmiente con su derroche de ramas que se extienden y alzan las manos como voces de un coro en lo más álgido de la nota. El verdor oculta el cielo y protege de sus designios y vigilancias. Igual que el colegial que corre al rincón discreto, en la hora del patio, para encender el cigarrillo contrario a las normas. La arboleda disimula prohibiciones, atenúa rigores. Resulta más humano el viandante desconocido al que se saluda. Parece más próximo el momento, acaso al principio inadvertido, que con el tiempo, para esclarecerse, reclame la palabra «milagro».