Quizá el arte de vanguardia sea un pequeño circo de imposturas y falsedades sobre la carne viva del conflicto de un artista con su identidad imposible, sufrido desde la radicalidad. Es lo que desarrolla la historia escrita por Gonzalo Manglano en esta novela que prescinde de la voz monolítica del narrador para entregarla a un cruce de voces —en primera y tercera persona— que se alternan constantemente, con la finalidad, acaso, de crear una perspectiva superior, una suerte de superestructura en la que el punto de vista no depende ya de un narrador sino de las vicisitudes de una narración.