miércoles, 28 de enero de 2009

Αθήνα

El pálpito de la noche —un autobús que cruza lejos, el zumbido de un aparato a deshora, los pasos del vecino hacia el baño— acuna a Cintia cuando se acuesta sola. En las sábanas la ampara la sensación de lo recién lavado mientras el despertador juega a formar capicúas con las horas. La ausencia le da sentido a cada instante, escribe con los movimientos del cuerpo un relato sencillo que cada día le gusta más leer. De madrugada, cuando llegue alborotando la página, ebrio, macerado en humo de tabaco, y tosa y tropiece y balbucee, la noche se volverá ilegible.