viernes, 21 de noviembre de 2008

La luz coloquial, ¿qué ilumina?

Recién aterrizado el avión que me trae a Málaga, se levanta una joven —veintitantos, de tarde en la peluquería, con chaqueta de piel, marcas y esas cosas—, enciende el móvil —como todos a su alrededor— y responde a la primera llamada: «El que... el que —con la e muy larga y clara tendencia a abrirse: el queeaaa, algo así—, el que... calla, cojones». Siempre he oído decir que los escritores deben beber del habla, dejarse acunar por la luz coloquial... pero qué escribiré —me pregunto cada día cuando escucho hablar a tantos coetáneos— con esta lengua bronca, vacía.