jueves, 8 de mayo de 2008

Calle San Vicente



Qué injusta la indiferencia con que se entra en la habitación de una sola noche hacia el esfuerzo del mobiliario por mostrar que todo está por estrenar, escondiendo tenazmente las rozaduras que hablan de otros huéspedes. Qué candor el de quien cuelga la chaqueta en el armario, encandilado por el espejismo de un lujo que le mima. Qué inútil resulta la memoria para los ratos en los que, echado en la cama, cambia de canal en el televisor como le gustaría al nómada que mantiene encerrado dentro cambiar de vida. El lugar donde no volverá a dormir esconde sus soledades.