martes, 22 de abril de 2008

A propósito de caracoles

Si hablamos de caracoles, queridos A e I, mi recuerdo corre a la catedral de Toulouse. Me había sentado en un banco a contemplar un cuadro diabólico (representaba el infierno, creo), y al levantarme escuché un tristísimo cracrac. Al retirar el zapato, vi un caracol chafado en medio de la basílica. Sin duda, aquel era el signo de un desastre. De hecho, cada vez que me rechazan un libro me digo: lo ves, chaval, es la venganza del caracol aplastado en la catedral. Hay que andar con cuidado con estos bichos. Se enroscan dentro de uno y no perecen nunca.