El cambio de horario deja a las ocho, igual que el dibujo de un niño coloreado a medias, la ciudad por hacer. Tampoco mis pensamientos, camino de la panadería, consiguen darle brillo a mi cabeza. Por azar vi anoche el fallo de un premio literario, otorgado a una novela «entretenida y que se lee fácil». La lectura es uno de los malentendidos contemporáneos. Igual que la extensión obligatoria de la enseñanza ha acabado con la educación, las campañas de lectura rebanarán el cuello de la literatura. Oír cómo ensalzan un libro, hoy, estremece; tal que un título de la ESO.