domingo, 2 de marzo de 2008

Tríptico ZM (1)

Mientras recorro la sala de exposiciones de La Pedrera doy en pensar que hay pintores novelistas y pintores poetas. Veo clara la diferencia entre unos, muy numerosos, y otros, más raros, en el umbral de la comprensión de la vida. En el esfuerzo por entender el mundo y mostrarlo tal como se ha aprehendido hay una voluntad narrativa, con independencia del estilo pictórico en el que se milite. No son la belleza, ni la luminosidad, ni la pureza las fronteras que cruza la pintura poética, sino la radical incomprensión de la vida, la mirada descentrada del sinsentido: Zoran Music (1909-2005).

(2)
En 1947 Zoran Music pinta acuarelas con paisajes venecianos. Son estampas coloristas, con perspectiva cerrada, torpes, desenfocadas. Elige los mismos lugares. Los títulos se repiten, como si resultara más urgente ponerse a pintar cualquier cosa que seleccionar un motivo. El color está subido de tono, como en los reclamos de las atracciones de feria que han de animar a los visitantes. Alrededor del papel traza un punteado de colorines a modo de cenefa. Lo que impresiona de estas acuarelas —hasta el estremecimiento— es lo que no pinta: lo que ha vivido meses antes en el campo de concentración de Duchau.

(3)
Entre los cuadros de la exposición, contemplo uno titulado «Ciudad». Muestra unas vistas nocturnas. En el centro se alza, en sombra, una torre. A su pie la masa informe de las calles y edificios iluminados. El cielo permanece oscuro, se diría que indiferente a los esfuerzos enmarañados de la luz. La luz se amontona sobre la superficie de la ciudad como una montaña de sal a las puertas de la mina. O un montón de escombros donde estuvo la casa. La luz se acumula en el suelo de la noche como desperdicios en el vertedero. Como cadáveres en el campo.


Zoran Music, Nosotros no somos los últimos