A las ocho, camino de la panadería, esta mañana desabrida se parece a los lectores de entonces. Anoche, en el Libro de esbozos de Kerouac descubrí un par de versos con los que animar también esta grisura de hoy. Mientras escribía esos poemas que desgarran la lengua y los ojos, los editores le rechazaban una y otra vez En la carretera. Necesito, con el periódico bajo el brazo, una frase así para continuar, porque también yo tengo una novela inédita que nadie quiere imprimir. Una novela que añora incluso aquellos rechazos. Ahora no se dice nada. Se habla con silencios.