viernes, 30 de noviembre de 2007

A las puertas del taller

¿Será de verdad tan repugnante como cuando lo miré con sus ojos de purpurina? Me acerqué a la mujer que engatusaba obreros. «Bonita tarde», le dije porque me pareció que llegaba desde los cerezos en flor. «No estoy para bobadas, si quieres lo hacemos detrás de esos asquerosos tubos amontonados» No están amontonados, los veo ahora, sino apilados hasta que los retire el chatarrero. A la intemperie la herrumbre los mina. Los plásticos, atrapados, ondean si hay brisa. Cuando les lanzan piedras, las ratas corren a su cobijo. A las puertas del taller, sin ningún recuerdo; no solté la pasta.